Cuando abandonamos o tiramos residuos en el suelo, bloqueamos su capacidad natural para absorber agua y nutrientes, lo que lo debilita y lo hace más vulnerable a la sequía.

Menos agua para las plantas supone menos vegetación y por tanto el suelo se degrada aún más.

La restauración natural del ecosistema disminuye, lo que a su vez contribuye a la desertificación. 

Se incrementa el riesgo de incendios forestales, especialmente con los materiales inflamables como plásticos y residuos orgánicos.

Muchos residuos que se dejan en la naturaleza contienen productos químicos y toxinas, contaminando el suelo y las fuentes de agua cercanas.